"Un ser humano al que se le impidiera tener experiencias estimulantes y significativas desde los primeros días de su vida poseería un cerebro, pero no una mente. En definitiva, nuestra mente es nuestro cerebro y tal como se ha ido formando." [Edoardo Boncinelli]
Comenzábamos a exponer en un anterior artículo Mente y Cerebro (I) la enigmática y siempre espinosa relación entre estas dos entidades.
En su reciente y muy interesante libro divulgativo Breve Historia del Cerebro, el profesor e investigador español Julio González reflexiona (en los últimos capítulos) sobre estas cuestiones a medio camino entre la neurociencia y la llamada filosofía de la mente. Nos propone este autor un interesante símil para tratar de ilustrar cual sería el grado de comprensión que la neurociencia actual tendría sobre la relación mente-cerebro:
Respecto a la comprensión profunda de este órgano y cómo su funcionamiento genera una mente consciente (...) quizá nuestro nivel de comprensión del cerebro no sea mayor que el que pudiera tener un medieval, o, si se prefiere, alguien de la época victoriana, sobre un televisor con el que se tropezara en funcionamiento. Comprobaría que moviendo ciertos botones se altera la voz o la imagen, que unas partes están más calientes que otras, etcétera, pero tendría que esperar al advenimiento de la teoría electrónica de la materia para entender su funcionamiento. Tal vez ahora suceda otro tanto sobre nuestra comprensión de por qué los circuitos neurales generan experiencias conscientes y necesitemos un nuevo paradigma que lo haga posible. [Pág. 266]
Breve Historia del Cerebro (Ed. Crítica, 2010)
También se comenta en esta recomendable lectura, un conjunto de atrevidas hipótesis propuestas para poner algo de luz en uno de los más oscuros misterios de la neurociencia...¿cómo puede surgir la conciencia de un conjunto de millones de neuronas cerebrales?. Entre otras, me ha parecido interesante destacar aquí la del físico y matemático Roger Penrose que relaciona la emergencia de la conciencia como resultado de la existencia de procesos propios de la física cuántica en el interior de las estructuras más íntimas de las neuronas (los microtúbulos).
Por otra parte, aunque los neurocientíficos en la actualidad defienden una postura explicativa de carácter monista en la relación mente-cerebro (la mente como producto exclusivo del funcionamiento del cerebro), existen algunas excepciones notables como la del filósofo Karl Popper y el neurofisiólogo John Eccles que defenderían una postura dualista en esta relación.
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Comenzábamos a exponer en un anterior artículo Mente y Cerebro (I) la enigmática y siempre espinosa relación entre estas dos entidades.
Una de las cuestiones que nos podemos plantear ahora es... ¿Cómo explicar desde una postura dualista que una sustancia inmaterial, como la mente, interactúe con algo material como el cerebro? Es este un problema irresoluble desde esta perspectiva, sin embargo, considerar a la mente fruto de la actividad cerebral es una hipótesis no carente de apoyos empíricos y de investigación.
Decíamos que la identidad mente-cerebro se hace evidente para todos nosotros en muchos fenómenos de la vida real y cotidiana. Por ejemplo: el propio trastorno mental con base en un desequilibrio hormonal o neuroquímico (véase una depresión postparto y la trágica experiencia de idear o desear la muerte del niño por parte de su propia madre). Otro ejemplo, podría ser la conocida capacidad de ciertas drogas psicotrópicas para alterar los estados de conciencia (véase el famoso LSD o plantas alucinógenas como el Peyote). También nos resulta bien conocida la forma en que operan ciertos ansiolíticos (véase benzodiacepinas) para mitigar estados psicológicos bien conocidos y molestos, o la peculiar reacción del alcohol al llegar a nuestro cerebro, con la consiguiente desinhibición en la conducta y sus consecuencias no siempre agradables. En definitiva, todos estos ejemplos (y muchos más que se nos podrían ocurrir a todos) no dejan de ilustrar aquella frase atribuida a William James (uno de los padres de la moderna psicología) "Toda experiencia tiene una base cerebral".
Hablaremos ahora, y de forma concisa, de la teoría neurobiológica del investigador G.M. Edelman para intentar dar algo de luz sobre esta oscura pero apasionante relación de nuestro cerebro y nuestra mente.
Si pensamos en la misma vida del feto en desarrollo podemos hablar -según Edelman- de cómo se van gestando en ese cerebro intrauterino complejos esquemas de redes neuronales. Estos esquemas irán adquiriendo experiencia tras el nacimiento del bebé. La progresiva acumulación de impresiones vividas, de experiencias acumuladas en la niñez, irán enriqueciendo las conexiones en estas redes de neuronas. En definitiva, el cerebro se irá construyendo en su relación con el mundo real y sus innumerables estímulos.
Comenta Edelman, como el mundo es creado por el cerebro no estando en realidad hecho del modo en que lo percibimos. Nuestros distintos sentidos es como si tomasen "muestras" del mundo para construir los denominados mapas cerebrales. Según Edelman, estos mapas perceptivos son el comienzo, el primer paso, en nuestro desarrollo psicológico y precederían a la aparición de la propia conciencia.
Comenta Edelman, como el mundo es creado por el cerebro no estando en realidad hecho del modo en que lo percibimos. Nuestros distintos sentidos es como si tomasen "muestras" del mundo para construir los denominados mapas cerebrales. Según Edelman, estos mapas perceptivos son el comienzo, el primer paso, en nuestro desarrollo psicológico y precederían a la aparición de la propia conciencia.
El resto de especies de mamíferos, poseerían un tipo particular de conciencia más primaria que sólo contendría imágenes mentales del presente pero sin la sensación de la existencia de un pasado o un futuro. A fin de cuentas, todavía no se ha constatado que perro o gato alguno añore los buenos momentos vividos o se ilusione por un futuro prometedor.
Bromas aparte, no podemos dudar de que nuestra capacidad de conciencia es de un tipo muy especial, única en el reino animal, pues tenemos la consciencia de tener conciencia. Somos conscientes de ser quien somos, de ser un yo en el mundo que rompe las cadenas del aquí y el ahora para dejarnos añorar, soñar despiertos e imaginar incluso mundos imposibles.
Edelman nos recuerda que la conciencia es un proceso y no una sustancia o algo en si misma, es además personal y cambiante con el paso del tiempo. Todo lo que hay en ella tuvo que haber sido previamente objeto de reflexión o vivencia en nuestro comportamiento. Es, en definitiva, una conciencia "de" o "sobre" las cosas y experiencias vividas. Parémonos a pensar sino cómo se nos manifiesta realmente nuestra propia conciencia y lo que alberga en cada uno de nosotros.
En su reciente y muy interesante libro divulgativo Breve Historia del Cerebro, el profesor e investigador español Julio González reflexiona (en los últimos capítulos) sobre estas cuestiones a medio camino entre la neurociencia y la llamada filosofía de la mente. Nos propone este autor un interesante símil para tratar de ilustrar cual sería el grado de comprensión que la neurociencia actual tendría sobre la relación mente-cerebro:
Respecto a la comprensión profunda de este órgano y cómo su funcionamiento genera una mente consciente (...) quizá nuestro nivel de comprensión del cerebro no sea mayor que el que pudiera tener un medieval, o, si se prefiere, alguien de la época victoriana, sobre un televisor con el que se tropezara en funcionamiento. Comprobaría que moviendo ciertos botones se altera la voz o la imagen, que unas partes están más calientes que otras, etcétera, pero tendría que esperar al advenimiento de la teoría electrónica de la materia para entender su funcionamiento. Tal vez ahora suceda otro tanto sobre nuestra comprensión de por qué los circuitos neurales generan experiencias conscientes y necesitemos un nuevo paradigma que lo haga posible. [Pág. 266]
Breve Historia del Cerebro (Ed. Crítica, 2010)
También se comenta en esta recomendable lectura, un conjunto de atrevidas hipótesis propuestas para poner algo de luz en uno de los más oscuros misterios de la neurociencia...¿cómo puede surgir la conciencia de un conjunto de millones de neuronas cerebrales?. Entre otras, me ha parecido interesante destacar aquí la del físico y matemático Roger Penrose que relaciona la emergencia de la conciencia como resultado de la existencia de procesos propios de la física cuántica en el interior de las estructuras más íntimas de las neuronas (los microtúbulos).
Por otra parte, aunque los neurocientíficos en la actualidad defienden una postura explicativa de carácter monista en la relación mente-cerebro (la mente como producto exclusivo del funcionamiento del cerebro), existen algunas excepciones notables como la del filósofo Karl Popper y el neurofisiólogo John Eccles que defenderían una postura dualista en esta relación.
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