PSICOLOGÍA y DAÑO CEREBRAL...

19 de noviembre de 2008

El Envejecimiento Cerebral


Aunque la vida sea una partida que siempre acabamos por perder, eso no significa que no debamos jugarla lo mejor posible y tratar de perderla lo más tarde posible. [Sainte-Beuve]

Envejecer es un proceso biológico, universal y constituye por ello  un acontecimiento natural en toda vida. No tiene en si mismo un carácter patológico ni mucho menos es algo parecido a una enfermedad, pero sí se caracteriza por una progresiva pérdida o disminución en la eficiencia de ciertas funciones físicas y mentales.

La vejez o senectud, es una fase más de la vida humana (junto con la niñez, adolescencia y adultez) con sus propias peculiaridades. Durante mucho tiempo fue considerada una etapa involutiva y regresiva por excelencia pero, actualmente, se sabe que esto puede presentarse a lo largo de todo el ciclo vital si bien en menor medida o de forma no tan acusada. 

Existen grandes diferencias en la forma en que el ser humano envejece, pudiendo decirse que no hay dos personas que envejezcan de la misma forma. Aquí, las diferencias individuales se hacen notar de forma extraordinaria y todos hemos podido comprobar como el paso del tiempo no afecta por igual a unos que a otros, hay enfermos de Alzheimer con sesenta años y personas de más de noventa que conservan sus facultades mentales íntegras y plenas de lucidez.

Cerebro Normal                   Cerebro con Atrofia 

En líneas generales, y según se demuestra por los hallazgos de la neuroanatomía, con el paso de los años se producen una serie de cambios en la estructura del cerebro humano. Los estudios postmortem muestran una disminución en el peso y volumen del encéfalo, que se caracteriza por incremento en el tamaño de los surcos y ventrículos junto a una disminución en el grosor del córtex cerebral, fenómenos que se han venido englobando bajo el término de Atrofia Cerebral

Atrofia Cerebral con prominencia de los surcos y dilatación ventricular 
                                        [Vista Coronal]
Estas modificaciones propias de un cerebro envejecido son normales, en el sentido de habituales, y no por ello implican una patología neurológica subyacente o indicios de una incipiente demencia. Seguimos aquí la idea expresada por D. J. Selkoe en su obra El Envejecimiento Cerebral (1992) donde se afirma lo siguiente:

A pesar de la pérdida neuronal y las alteraciones bioquímicas producidas en el cerebro en edad avanzada, en muchos individuos estos cambios no ocasionan una merma apreciable en sus capacidades cognitivas y creadoras.

Antes de los 46 años Francisco de Goya ya era un pintor de extraordinario talento pero sus cuadros poseían cierto encanto pero resultaban predecibles y quizás convencionales en opinión de algunos. En el año 1792 Goya comienza a sentirse algo aturdido, con náuseas y alucinaciones que desembocan en una parálisis del lado derecho de su cuerpo y una evidente dificultad para articular palabras. Con el tiempo se recuperaría de estos síntomas pero no sin dejarle algunas secuelas en forma de sordera crónica y problemas de visión. Su estado de ánimo también se alteró volviéndose más sombrío y depresivo.

Muchas décadas después (a principios de 1960) un médico escribía, en la revista New York State Journal of Medicine, un artículo en el que intentaba encontrar una explicación a los síntomas que había sufrido el pintor, todo había sido producto de un envenenamiento progresivo con plomo y mercurio, unas sustancias presentes en los pigmentos que utilizaba para realizar sus pinturas. En Medicina este síndrome recibe el nombre de Saturnismo (envenamiento crónico por plomo) y se caracteriza por afectar al sistema nervioso central y parece imitar, curiosamente, ciertos síntomas característicos del envejecimiento cerebral. 


Saturno devorando a un hijo [Francisco de Goya]
Lo más curioso de toda esta historia es que Goya a partir de entonces comenzó a desatar su creatividad pintando de una forma novedosa y muy adelantada a su época, algo que contribuiría a convertir su pintura en imperecedera y su arte en universal.

Este hecho histórico-biográfico, nos sirve muy bien aquí para ilustrar como ciertos cambios en los tejidos cerebrales pueden afectar al comportamiento e incluso a la creatividad. En el caso de Goya la neurotoxicidad influyó muy positivamente en su obra, aunque no tanto en sus estados de ánimo.


El Exorcismo [Francisco de Goya]
En la vejez parece ocurrir algo similar dándose una curiosa dualidad: en muchas personas el progresivo envejecimiento y deterioro neuronal devendrá en problemas de tipo cognitivo o afectivo, y en otras, agudizará su lucidez o sabiduría. Los mecanismos que parecen subyacer a este fenómeno no están todavía suficientemente aclarados e investigados, pero se habla de conceptos como reserva cerebral y reserva cognitiva para explicar estas diferencias (algo que se comentará con más detalle en un futuro artículo del blog).

Existe un miedo que empieza a manifestarse según pasan los años, se caracteriza por la idea de que al envejecer terminaremos dementes. En mi experiencia profesional con personas mayores he constatado esta aprensión, especialmente cuando la persona comienza a sentir que ya no recuerda las cosas como antes, que le ocurren ciertos "olvidos" o más técnicamente: ciertos fallos benignos de memoria, algo que en si mismo no es patológico y que comienza a hacer acto de presencia a partir de los 50 años, aproximadamente. 
La respuesta que suelo dar en estas ocasiones es siempre la misma...envejecer conlleva cambios inevitables en nuestras funciones mentales (principalmente en la memoria reciente y en la velocidad a la que procesamos la información) pero es algo que resulta normal y con lo que hay que contar. Quizás cuando nos hacemos mayores aprendemos las cosas a un ritmo distinto al de nuestra juventud, pero continuamos siendo capaces de aprender y de recordar lo aprendido. 

La demencia es otra cosa, es algo más que la mera pérdida de memoria o la ocurrencia de olvidos (uno de los primeros síntomas en el caso del Alzheimer ) pues debe ir necesariamente acompañada de otros déficit cognitivos como dificultades en la capacidad de orientación o en el propio lenguaje, entre otros.

Algo que sí nos va a ocurrir a todos es que nuestras neuronas envejecerán irremediablemente con el paso de los años, al igual que lo hará nuestra piel o el resto de nuestros órganos y sentidos. Por ejemplo, se reducirán el número de nuestros neurotransmisores (o moléculas que actúan como mensajeros químicos entre las neuronas y que las ayudan a comunicarse entre sí) y especialmente uno llamado acetilcolina, un neurotransmisor que disminuye de forma muy severa en la enfermedad de Alzheimer y que está muy implicado en el cambio de nuestros procesos de memoria a medida que envejecemos.

Neuronas [Vista Tridimensional]

Es también conocido por la neurociencia que, a medida que envejecemos. se producen importantes procesos de muerte neuronal. Se calcula que perdemos entre 30.000 y 50.000 neuronas al día, por lo que al llegar a los 65 años habrán desaparecido algo más del 10% de las neuronas que teníamos en nuestra juventud...¡Entonces!...¿Cómo explicar lo siguiente? y es algo que todos podemos comprobar, todas esas personas que pasan de los 80 años con sus capacidades mentales conservadas y en bastante buen estado. Una explicación posible es la que se apoya en un hecho que cada vez despierta un mayor interés en la investigación, la denominada plasticidad neuronal y que se aborda en esta otra entrada del blog:


                          Sobre Ramón y Cajal, El Cerebro y la Vejez


[VIDEOS]




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17 de noviembre de 2008

La Demencia y su Repercusión Psicológica en la Figura del Cuidador


"Cada jirón causado por el deterioro de la edad es testigo de una vida vivida, y si se ha vivido bien la senilidad es digna de respeto, no de compasión" [Rita L. Montalcini]

La demencia, como todo trastorno de tipo neurodegenerativo, produce un gran sufrimiento en el entorno familiar del enfermo. Adaptarse a esta nueva situación y, sobre todo, afrontar los problemas que va a suponer el cuidado de la persona con demencia es una tarea que exige lo mejor pero también nos enfrenta a lo peor. Cualquiera que conozca de cerca, o por propia experiencia, lo que esta enfermedad provoca en la mente y conducta de la persona afectada sabrá que lo dicho no constituye ninguna exageración.

Tradicionalmente, la figura del cuidador ha sido la de una mujer (casi siempre esposa, hija o nuera del enfermo) que ha asumido voluntariamente esta difícil y encomiable labor. De hecho, las estadísticas en nuestro país (España) nos dicen que 8 de cada 10 personas que cuidan a un familiar mayor son mujeres y con una edad comprendida entre los 45 y los 65 años.



Ejercer de cuidador o cuidadora supone muchas y variadas actividades a lo largo del día e implica una gran dedicación de tiempo y energía. Es una tarea que, en la mayoría de las ocasiones, no estaba prevista en los planes de vida y para lo que no se está previamente preparado. Conlleva labores que no suelen resultar cómodas o agradables y podría decirse aquello de que suele darse más de lo que se recibe, aunque de estas o palabras no puede concluirse necesariamente que la persona cuidadora realice esta tarea con desagrado o disgusto, muy al contrario, la mayoría lo hará con gran afecto y ternura a lo largo de muchos años en muchos casos.

Aunque cada situación de cuidado es siempre única y las circunstancias personales que la rodean también, puede hablarse de una serie de ETAPAS (o fases de adaptación) por las que pasaría el cuidador de este tipo de enfermos.

La primera etapa suele suponer una negación de la situación, es esta una respuesta o mecanismo psicológico de autoprotección por medio del cual se intentan controlar los inevitables miedos y ansiedades propios de estas circunstancias. La persona no acepta que su familiar esté enfermando de una demencia, lo que lleva a que se retarde más de la cuenta la necesaria consulta al médico de Atención Primaria y con ello el posterior y probable diagnóstico de demencia por parte del neurólogo. Esta fase es temporal y suele concluir con la inevitable aceptación de los hechos a medida que el enfermo empeora y comienza a perder su autonomía. 

La segunda etapa se caracteriza por la búsqueda de información y la aparición de sentimientos negativos. La persona cuidadora ya ha aceptado la situación y comienza a ser consciente de cómo la enfermedad de su familiar va a alterar profundamente su vida y la de su entorno más próximo. En esta fase, los cuidadores intentan aprender lo más posible sobre la enfermedad y sus causas, siendo esta en muchas ocasiones, otra variante de afrontamiento psicológico ante la difícil situación que les aguarda. Es también en esta fase cuando comienzan a aparecer una serie de actitudes y sentimientos negativos que desembocan en malestar e incluso enfado ante lo que a uno le ha tocado. El cuidador se pregunta ¿Por qué ha tenido que pasarme esto a mí? y puede llegar a vivir todo este proceso como el de una especie de "injusticia" que recae sobre su vida. 

Conviene aclarar aquí, que si bien este tipo de pensamientos y emociones son muy perturbadores en sí mismos, constituyen respuestas hasta cierto punto esperables y nada anormales en nuestro psiquismo ante la sensación de pérdida de control de la propia vida o indefensión frente a las circunstancias. Si bien existen más etapas de este proceso, es conveniente detenerse aquí para los propósitos que se persiguen en este artículo y que tienen que ver, precisamente, con las consecuencias o repercusiones psicológicas que suelen presentarse en el cuidador de un enfermo con demencia.



La experiencia que supone el cuidado de este tipo de enfermos (es bueno y conveniente comentarlo) también genera sentimientos de tipo positivo... como la propia satisfacción de cuidar a quien se quiere, o el descubrimiento de aspectos desconocidos y valiosos de uno mismo, entre otros. Pero lo más habitual es que la vivencia de cuidar, día a día, a una persona dependiente y con sus facultades mentales en constante deterioro produzca una serie de consecuencias psicológicas negativas en el cuidador y que se abordan a continuación.

Los variados estados emocionales por los que puede pasar un cuidador se constituyen como un amplio abanico de emociones y sentimientos, entre otros:

- Tristeza, desesperanza y desesperación, como síntomas de tipo cuasi-depresivo que se ven favorecidos por la propia situación de declive progresivo que sufre el enfermo, así como por la disminución de tiempo libre y de ocio en el día a día del cuidador 

Enfado e irritabilidad, reacciones nada infrecuentes cuando el cuidador percibe su labor como poco reconocida o su situación como una especie de injusticia (...¿por qué a mi?).

Preocupación y ansiedad, principalmente, por la salud del enfermo, por el futuro, por no tener tiempo para casi nada y por la sensación de sentirse desbordado por los acontecimientos.

Sentimientos de culpa, muy frecuentes en los cuidadores y que generan un gran sufrimiento agravado por la presencia de pensamientos perturbadores... por haberse enfadado con el enfermo, por sentir que no se hace todo lo que se debería, e incluso en algunas ocasiones, por un deseo velado de que el familiar fallezca pronto y deje ya de sufrir.

En su conjunto, este tipo de sentimientos y pensamientos negativos terminan por obstaculizar o dificultar en gran medida la relación con el enfermo, dañando a su vez el bienestar psicológico del propio cuidador, emociones que en algunos casos se intentarán negar o reprimir con mayor o menor fortuna. Es necesario volver a insistir en que la presencia de estos sentimientos en la vida de cualquier cuidador es algo habitual, y responde a reacciones naturales de nuestro psiquismo en su intento de adaptación a nuevas y difíciles circunstancias

Conviene resaltar que lo más importante no es la propia aparición de este tipo de pensamientos (hasta cierto punto esperables y comprensibles dadas la circunstancias) sino en que medida o intensidad lo van a hacer. Serán excesivos cuando generen una situación de malestar constante e interfieran muy negativamente en las tareas propias del cuidador, o bien cuando perturben de forma grave la relación con el enfermo u otros ámbitos de la vida del cuidador. 

Pero ante todo, debemos saber que resulta posible, y también deseable, aprender a manejar estos sentimientos, pensamientos y emociones para mantenerlos en niveles más moderados. Sólo cuando todo este malestar psicológico resulte muy excesivo o perturbador para la vida cotidiana, será necesario recurrir a profesionales especializados de la psicología y la psiquiatría para su abordaje y tratamiento.

Ya para concluir, incluyo aquí un conjunto de RECOMENDACIONES de tipo general pero muy convenientes para toda persona implicada en los cuidados de un enfermo con demencia, son estas:

1) Ser REALISTA con la situación. La persona cuidadora debe asumir que nunca podrá satisfacer todas las necesidades de un enfermo dependiente. 

2) Aprender a DELEGAR. Es muy necesario que el cuidador solicite y acepte la ayuda que los familiares u otras personas le puedan aportar, sin esperar que esta ayuda llegue por sí sola.

3) ACUDIR a los Servicios Comunitarios, entidades de ámbito público y privado que pueden ser de gran ayuda en el asesoramiento y apoyo al cuidador (Asociaciones de Enfermos; Centros de Día; Servicios de Atención Domiciliaria; etc.)

4) ORGANIZARSE, estableciendo una rutinas y elaborando listas de tareas diarias y semanales a realizar, esto favorecerá que el cuidador tenga más tiempo para sí mismo y se tome los necesarios respiros en su labor.

5) SALIR de CASA un cierto tiempo en días concretos, simplemente a pasear o charlar con alguna amistad, redundará en un inestimable beneficio psicológico para todo cuidador.


** Recomiendo desde aquí la lectura de un artículo complementario a esta información y que el lector interesado también podrá encontrar en este blog:



[AUDIO]

El Día a Día de las Cuidadoras


[VIDEO]


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